¿Por qué enfermas?
No te encuentras bien, tienes síntomas que por momentos te acercan a la desesperación, al miedo, a la muerte, al cambio irreversible…
No los quieres, no los aceptas, desesperas.
Buscas quién te cuide. ¿Alguien te cuida? Buscas quién te acompañe en tu triste existencia. ¿Hay alguien ahí? Buscas soluciones rápidas, mágicas, que corten, que arranquen, que saquen este dolor que se come tus entrañas.
Tomas algo para revertir tus síntomas, los tapas, los escondes, los transformas, pero entonces aparecen otros, y buscas más respuestas, más tiritas, más contrarios, más cerrar lo que se abre, más detener lo que sale, más comer dónde no hay hambre, y te obligas, y fuerzas al cuerpo para que haga todo lo contrario de lo que está haciendo.
Todo lo contrario.
No confías.
Tienes miedo.
No te fías.
Todo lo contrario.
El espíritu te ha hablado y tu no has prestado atención, la emoción te dijo que llores, que grites, que pares, que ames y tú no lo has hecho.
El cuerpo ahora te habla y tu no escuchas, no le haces ningún caso.
Ninguno. Todo lo contrario.
Estás cansado, el cuerpo dice que descanses… pero tú te quieres levantar y te levantas. Estoy débil dice después, el cuerpo pide que te fortalezcas y tú solo sabes compadecerte de tu triste humanidad.
Tu maravillosa humanidad, que creará los químicos necesarios para darte voz si tienes que hablar, para darte fuerzas, si realmente son necesarias. No, no necesitas medicamentos, tu cuerpo lo crea todo. Todo.
Lo verás si paras, si escuchas, si haces caso, si aceptas y respetas. Si te respetas.
¿Entiendes quién eres?
Por décadas te han alejado de tu maravillosa humanidad con tu beneplácito.
-Gracias por tapar mis debilidades- dijiste.
Pero no te diste cuenta de que al tapar tus debilidades también tapas tus fortalezas.
Entregaste todo tu poder y ahora ni siquiera sabes que lo tienes.
¿Quién eres?
¿Qué eres?
Cuando miras un cuerpo muerto ves que no hay nada allí, lo ves, lo sientes. Pero ya no quieres mirar a la muerte, porque estás débil, estás roto, estás ciego, no estás.
¿Quién eres?
¿Qué eres?
Nadie te contagia nada que tu no dejes entrar, nadie te cura nada que tú no estés dispuesto a sanar, nadie junta tus cenizas si tú no quieres renacer.
Para no enfermar hay que entrar a convivir con nuestros propios demonios, hay que respetar nuestra nutrición física y emocional, hay que vivir en comunidad, hay que confiar en que tu cuerpo es perfecto.
Os voy a contar algunas cosas…
Hace muchos años mi hermano iba a cruzar la calle y justo pasó un coche, lo levanté de la ropa como si no pesara, mi cuerpo generó la fuerza para ello, no necesité nada más que la certeza de que tenía que sacarlo de la calle.
Hubo una época en que siempre me quedaba sin voz, y daba clases. Iba a trabajar cada día porque sabía que en cuanto pisara el salón de clase, mi voz volvería. Así era, siempre.
Cuando tenía 18 años mi padre murió, yo fumaba tabaco, mucho, colapsé. Estuve varios días vomitando nicotina hasta que me cuerpo volvió a equilibrarse.
Cuando nació mi hijo mayor tuve la peor cesárea de urgencias que os podéis imaginar y cada noche me quitaban a mi hijo y se lo llevaban al nido solo, a la segunda noche pedí el alta voluntaria para poderme irme con mi hijo de allí, después de una cirugía mayor de urgencias, mi cuerpo de las arregló para amamantar y cuidar de un bebé sola.
Mi cuerpo no me ha fallado nunca. Mi mente tampoco, mi energía jamás y mi alma siempre está ahí diciéndome quién soy, por qué y a dónde ir.
Tu espíritu es tu guía, tu fuego; tus emociones son el amor incondicional, tu agua, tu sangre; tu mente es tu mapa, tu aire; y tu cuerpo es tu tierra, dónde vives, cómo vives, con quién vives.
Eres el poder de todos tus ancestros, eres los elementos, eres el amor, el odio, la fortaleza, eres también tus demonios, tus debilidades, tus problemas sin aparente solución y eres tus soluciones!
No necesitas nada más.
Escucha los susurros del viento, abre los brazos y entrégate, intégrate, vuelve.
Vuelve por favor.
Sé valiente.
Vuelve.
Con amor
~ Ara