Los derretidos

Hace poco vi un vídeo en dónde un hombre se colocaba un chaleco reflectante y se armaba con uno de esos rodillos para sacar el pelo de las mascotas de la ropa, se plantaba en la puerta de un centro comercial y le pedía a la gente al entrar y salir que se parara y levantara los brazos para poder pasarle el rodillo por la ropa. Vale, yo siempre he sido una “desobediente”, pero en el vídeo, TODAS las personas lo hacían sin decir absolutamente NADA. NADA. Se dejaban pasar el rodillo por un loco desconocido en la puerta exterior de un centro comercial.

¿Entendemos lo que está pasando?

E.E. Cummings dijo: “Para ser nadie más que tú mismo, en un mundo que está haciendo todo lo posible, día y noche, para conseguir que seas como todos los demás, significa luchar la más dura batalla que un ser humano pueda librar y NUNCA parar de luchar.”

La famosa mentalidad de pensamiento grupal, cada vez más extendida, más enseñada y más festejada de todas; dónde aquello que decían las madres de: -¿si todos se tiran al río, tú también te tiras?- ha perdido el sentido y ha muerto en pos de la aceptación, la cobardía, la obediencia y un debilitamiento de la raza humana que va más allá de todos los límites imaginados. Si fuéramos a adoptar un perro adulto en las condiciones del ser humano actual, lo rechazaríamos por estar lejos de ser un verdadero PERRO.

El nivel de conformismo es tal que abarca todos los aspectos de la vida: el espiritual, el emocional, el mental y el físico.

El otro día vi un escaparate dónde los maniquíes tenían una prominente barriga, para que la gente vea cómo realmente le quedaría la ropa en sus derretidos cuerpos, que lejos de estar preparados para “defenderse o correr”, están preparados para sentarse en el bar “que por suerte abrieron”, poniendo y sacándose un trapo sucio de la cara, para continuar derritiendo su cuerpo hasta que la materia grite al cuerpo mental que ¡BASTA! Dejando paso a un cuerpo mental adoctrinado, que sale corriendo a pedir ayuda externa, para solucionar un problema interno, haciendo caso a todo lo que le digan sin siquiera investigar un poco y culpando a otros de todos sus males.

Males que provocan un enorme malestar y estado de victimismo en nuestro cuerpo emocional, pidiendo ayuda otra vez a terceros, tomando drogas de las que no sabemos nada y culpando a los padres, a la pareja, a los hijos, al trabajo, a la vida, por hacernos tan miserables.

Y así derretimos nuestro cuerpo con barrigas, papadas, enfermedades y síntomas; derretimos nuestra mente obedeciendo lo imposible y rompiendo nuestras barreras emocionales; derritiendo emociones para sentir sólo las de baja vibración, las que culpan, las que odian, las que vagan en una egóica soledad.

Y así el cuerpo espiritual, que es el que te pone todos los retos, para que luches para ser el atributo que has venido a ser. El cuerpo espiritual que confía en que un día te levantes y andes erguido y seas tú mismo… Éste también se derrite hasta desvanecerse y cuando eso pasa, esa materialidad que dices apreciar tanto, pero que no respetas en absoluto, se va con él. Porque solo has sido un callo, una dureza que hay que remover y que solo ha servido para evitar que Dios, el Universo, Alá, Krishna, la Inteligencia suprema, o cómo quieras llamarle… se haga daño en el zapato.

Lucha por ser tú mismo. La aceptación está sobrevalorada y su precio es demasiado alto.

Con Amor

~ Ara

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