Alpha
Hace poco vi una película que para el ojo distraído podría parecer solo otro drama de supervivencia, pero a mí me despertó otra mirada hacia la humanidad.
Se llama Alpha, trata de un adolescente que tiene un accidente cazando con su tribu y lo dejan atrás creyendo que no sobrevivirá. Cuando el muchacho despierta, está solo, tiene que sacar fuerzas de dónde no sabe que las tiene y buscar a su familia.
También tendrá que abandonar todas las vestiduras del niño que queda en él y volverse un hombre, esta tarea la irá desarrollando y madurando durante toda la película.
Ver a un niño convertirse en un hombre es algo que para mí está siendo majestuoso, verlo en la película es conmovedor, ya que le toca pasar por unas experiencias que en estos tiempos y en occidente ya no son las que nos tocan, nos tocan otras, pero aun así son las conductas básicas del ser humano.
El personaje se enfrenta con una manada de lobos, hiere a uno y se salva subiendo a un árbol, el lobo herido es abandonado por los demás lobos, igual que hicieron con él. Intenta matarlo, pero no puede y decide curarlo.
El niño y el lobo acaban “adiestrándose” mutuamente en una suerte de equipo, en dónde uno cuida del otro y viceversa.
Así consiguen cazar, comer, abrigarse (el lobo es su mejor abrigo en las noches gélidas) y forjar una relación de confianza y de lo que yo llamo, amor incondicional.
Pasan por momentos duros, peligrosos, tristes, agotadores, desalentadores, pero la pregunta es: ¿qué hace que el lobo siga su camino?
El lobo sigue porque es su naturaleza vital, no se plantea otra cosa, si hay una mínima posibilidad de sobrevivir, él lo intentará, lo intentará absolutamente todo. Si un animal le ataca, él se defenderá o correrá lo más rápido que pueda, el humano, sin embargo, puede llegar a cerrar los ojos, hacerse una bola y esperar lo inevitable. El humano puede rendirse antes de intentarlo.
Si piensa, supone o imagina que es una batalla perdida, es probable que se rinda y si un grupo de gente le dice que no podrá, es probable que se rinda también.
El lobo no, pero el niño no aprende eso del lobo, a él le mueve el amor por su familia, el hecho de no decepcionarlos, de que estén orgullosos de él; y un montón de emociones complejas que residen en nuestra conciencia. Le mueve también el hecho de ser aún medio niño /medio hombre, con sus instintos casi intactos y su sed de vivir.
Cada noche, el protagonista, sueña con sus padres y cada mañana ese recuerdo vivo hace que siga andando.
En la locura de los tiempos que corren, tiendo a creer que el mundo estaría mejor sin humanos, esta película me mostró al humano incorrupto, al que puede formar alianzas, que tiene honor, orgullo, que se defiende, que tiene instinto de supervivencia, que usa sus sueños y su imaginación para seguir adelante, que entiende cuáles son sus fortalezas y sus debilidades.
El lobo está herido, su manada no puede curarlo, le deja atrás, ya les alcanzará si se repone antes de que se lo coma un animal.
El muchacho está herido, su tribu le quiere abandonar, su padre no, pero es convencido por la mayoría, así que lo deja, se convence de que no tenía posibilidades para que no lo carcoma la culpa. Su madre al enterarse conserva la esperanza, ambos le acompañan en sus sueños, lo traen de vuelta a casa.
El lobo también se reencuentra con su manada, pero ya no es su manada.
Ahora la mayoría respeta a los supervivientes, a los que no se rinden, les miran con otros ojos, incluso a veces les tienen miedo, porque han visto de lo que son capaces y saben que ellos no habrían podido seguir sus pasos.
El ser humano es extraordinario cuando quiere y otras veces forma parte de la mayoría.
Con Amor
~ Ara