Adán y Eva perdidos en el paraíso
Vamos a colocarnos en el principio de los tiempos, en la nada o en el todo, en el punto de vacío, en esa unidad intrínseca en todos nosotros. Desde aquí la ociosidad, la curiosidad, la observación, hace que unos ases de luz se proyecten en todas direcciones dando comienzo así a la energía masculina, la energía eficiente, que penetra, que observa, que avanza, que busca, que tira, el deseo nunca satisfecho, la representación de nuestro Adán.
Adán, un octaedro de líneas rectas, rígidas y fuertes que lo observan todo.
Pero no, no es suficiente, para experimentar tiene que bailar, sentir, envolver, cuidar; así que comienza a girar sobre sí mismo, generando una esfera perfecta, líneas curvas y ondeantes, creando ciclos y movimientos que te arropan. Nuestra Eva, no nace de una costilla, nace de una necesidad de sensualidad, de femineidad, de líneas curvas, de energía cíclica, de un ojo que no solo ve, sino que muta para poder ver desde todos los ángulos, desde todas las perspectivas y desde todos los ciclos.
Del deseo nunca satisfecho, a la sensualidad que todo lo transforma.
Están en todos y cada uno de nosotros, una energía masculina y una energía femenina que te mueven de manera completamente diferente por la vida y que hacen que te relaciones contigo mismo y con el mundo de una forma o de otra.
Quizás en ti prevalece más una que otra, tu cuerpo es curvo y femenino, funcionas de manera cíclica y pasional; o tu cuerpo es recto y masculino, funcionas de una manera lineal y eficiente.
En realidad Adán y Eva integrados en cada uno de nosotros funcionan mejor, pero cuando tu femenino no puede ocultarse tras la luna, entonces busca un compañero lineal y efectivo, alguien a quién hacer girar sobre su eje. Solo así encontrarás el baile que se requiere para, aunque sea por un instante, convertir la polaridad en una maravillosa y extática neutralidad.
Cuando vamos más allá, descubrimos la necesidad del femenino y del masculino. Se atraen por su polaridad, se incrementan por su polaridad; pero si se juntan en el eterno baile de la vida, entonces se unirán en la neutralidad. Ése debería ser el objetivo último, el sentir volver a quién eres en realidad. Vuelve a leer: “el sentir volver a quién eres en realidad”, no pensar, no ver, no creer, sino SENTIR.
Porque si vuelves, comprendes, y cuando comprendes puedes llevarte (a ti mismo) a donde quieras.
Camina por caminos rectos sin olvidar girar de tanto en tanto, quizás te marees, quizás caigas en el suelo, quizás oigas el latir de la tierra y de pronto su música te lleve allí donde quieras ir y con quien debas ir.
Con Amor
~ Ara